A River no le duele tanto la eliminación en la semifinales contra Palmeiras. Pagó caro los errores de la ida y por eso no estará en la final del Maracaná. Solo por eso. En San Pablo estuvo a un gol de la épica: ganó 2-0. Borró de la cancha al rival y quedó a nada de escribir una página histórica. Se hablará del VAR en el gol de Montiel, pero eso es un detalle. River sigue de pie y posiblemente siga siendo el mejor equipo del continente, aunque la placa final diga otra cosa.
Fue perfecto el primer tiempo de River: mejor no se puede jugar al fútbol. Volvió a demostrar lo que es el elenco que comanda Marcelo Gallardo, un equipo serio, confiable, que va a dar la cara. Puede tener malas noches, como las ha tenido. Pero, antes, durante o después, dará la cara. River borró de la cancha a Palmeiras. Con inteligencia y ambición. Como señaló el Muñeco en la conferencia de prensa previa al juego. Porque River tuvo la voracidad de siempre, aunque esta vez contó con templanza para no desesperarse ni regalar espacios arriba del confiable 3-5-2. Atacó bien porque defendió bien el millonario. Jugó como un coloso en San Pablo.
Lo primero que conviene hacer es destacar a Franco Armani, ese arquero que se había mostrado vulnerable las últimas semanas. Tapó un mano a mano notable el nacido en Casilda a los 9 minutos: le adivinó la gambeta de Rony. Un gol tempranero hubiese sido un golpe demasiado duro para River. Así, la atajada del Pulpo valió como un gol, aunque no apareció en el marcador. Fue River, con un Enzo Pérez enorme, un renovado Nacho Fernández y un incansable Gonzalo Montiel. Tuvo mucho la pelota Paulo Díaz por diseño de Palmeiras y el chileno estuvo correcto en los manejos. Creció desde ahí el visitante. Un disparo suyo luego de un anticipo defensivo fue lo primero de peligro de River, que merodeó más de lo que inquietó en los primero minutos. Pero siempre se jugó en campo de Palmeiras. Un cabezazo formidable de Rojas tras córner de De La Cruz fue el 1-0 y la inyección anímica buscada.
Se plantó River como para terminar el primer tiempo el menos con un gol de ventaja. Sin embargo, como se dio cuenta que estaba tan bien, fue por más. Palmeiras fue todo confusión. Se miraban entre sí los futbolistas. Encima se les lesionó el paraguayo Gustavo Gómez, la garantía del fondo. Y aprovechó esa ausencia Santos Borré, que cabeceó al gol desde dentro del área chica. Iban 45 minutos. La hazaña estaba más cerca.
Y River marcó el ansiado tercer gol. A los 6 minutos Gonzalo Montiel recibió un centro pasado de Angileri y de volea venció a Weverton. Pero Nicolás Gallo Barragán, de Colombia y a cargo del VAR, le avisó Esteban Ostojich sobre una posición adelantada de Santos Borré en el inicio de la jugada. Es cierto que el delantero estaba en off side, pero en ninguna repetición se observó claramente que la pelota haya sido impulsada anteriormente por Enzo Pérez. Fue una jugada finita que planchó el juego, porque River ya no volvió a ser arrollador como en la primera parte.
Se cansó River, pero igual fue y fue. Ya con más corazón que frescura e ideas. Orgullo es una palabra que describe muy bien el momento y el partido. El paraguayo Rojas volvió a perder en el cuerpo a cuerpo y tuvo que hacer infracción: segunda amarilla y roja. Más complicaciones.
Y River, sin piernas y con un jugador menos, demostró por qué es uno de los mejores de América. Matías Suárez quedó mano a mano con Alan, punteó la pelota y al mínimo contacto se dejó caer. Cobró el árbitro uruguayo el penal, aunque lo llamaron del VAR y rectificó el cobro. Y estuvo bien: no pareció un contacto de penal del defensor al cordobés.
Los minutos que quedaron fueron eléctricos y emocionantes. Suárez se plantó en la izquierda y Alvarez a la derecha. Centro más centro y el peligro dando vueltas el área de Weverton. Dejaron de gravitar Nacho Fernández y Pérez en el medio porque no tenían más aire. Palmeiras siguió siendo un equipo chiquito al que el juego le quedó grande. Una semana más tarde, los errores de la ida duelen aún un poco más porque River es mucho más equipo que el brasilero.
Los instantes finales sirvieron para ratificar que River es un equipo corto: Gallardo no tenía alternativas de peso en el banco. Fue por el tiro del final River y no le salió. Lo mereció. El destino tendría que haberle regalado el guiño. Pero no lo hizo y se quedó en las puertas de la hazaña.